Fue mejor<\/h2>

La idea b\u00e1sica que cualquier ne\u00f3fito recrea en su mente al acercarse a un libro cl\u00e1sico se puede resumir en una \u00fanica palabra: aburrido.<\/p>

En parte, esta idea nace por forzar lecturas a edades tempranas que, lejos de acercar a la literatura, alejan de ella. El estudio, en cualquier disciplina, debe ser escalonado y suave, no se puede sumar y restar para acto seguido estudiar derivadas e integrales, por ello, despu\u00e9s de leer Los Cinco de Enid Blyton o Harry Potter de J. K. Rowling, no se puede saltar al Lazarillo de Tormes del famoso An\u00f3nimo o a la Il\u00edada de Homero, pues el salto ni es natural ni es gradual y provocar\u00e1 rechazo.<\/p>

Los cl\u00e1sicos necesitan tiempo de asimilaci\u00f3n, permitir que la obligatoriedad d\u00e9 paso al gusto lector deber\u00eda ser el objetivo de la formaci\u00f3n. Entonces, solo entonces, cuando la persona con curiosidad decide dar un paso m\u00e1s all\u00e1 de libros juveniles, de bestsellers y de modas actuales, y se adentra en ese inmenso mar de los Sargazos que es el mundo cl\u00e1sico, tal vez, y si su gusto y su tiempo se lo permiten, descubrir\u00e1 que lo narrado por Tolkien en el \u00abSilmarillion\u00bb nace en gran parte gracias a los mitos griegos, que ese libro tan complicado de leer y que dej\u00f3 a medias ese autor griego, la Il\u00edada, se redescubre con gusto en la pel\u00edcula hom\u00f3nima, \u00abTroya\u00bb, de Brad Pit.<\/p>

Entonces, si tan aburridos y cacof\u00f3nicos resultan \u00bfpor qu\u00e9 persisten los cl\u00e1sicos? Existen pensamientos, los iniciales y obvios, que critican la superficialidad de dichas obras por su contexto hist\u00f3rico. En primaria se estudia que los griegos eran esclavistas (los esclavos eran subhumanos sin ning\u00fan derecho), clasistas (solo los ciudadanos con poder votaban) y machistas (los ciudadanos no pod\u00edan ser, en la mayor parte de las \u00abpolis\u00bb, mujeres).<\/p>

Pero aqu\u00ed no se trata de sacar a la palestra costumbres arcaicas de pueblos del siglo VIII a.C., datos que por otro lado est\u00e1n muy bien rescatar y conocer para recabar mayor informaci\u00f3n de lo que se lee, pero lo que se aborda, al acercarnos a textos que han sobrevivido m\u00e1s de 2500 a\u00f1os es lo siguiente: \u00bfqu\u00e9 temas trat\u00e1is para que tanto tiempo despu\u00e9s todav\u00eda nos acerquemos a vosotros?<\/p>

Un gran escritor y pensador, Italo Calvino, escribi\u00f3 un libro sobre la importancia de los cl\u00e1sicos, \u00ab\u00bfPor qu\u00e9 leer los cl\u00e1sicos?\u00bb; al inicio de dicha obra lista una serie de definiciones, trece en total, donde explica su enfoque sobre el asunto de los cl\u00e1sicos. En dicho libro se alumbra uno de los mejores aforismos y m\u00e1s citado \u2014en Letraheridos no seremos excepci\u00f3n\u2014 sobre qu\u00e9 es un cl\u00e1sico, en concreto en la definici\u00f3n n\u00famero 6, y que cito a continuaci\u00f3n: \u00abUn cl\u00e1sico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir\u00bb.<\/p>

\u00a1Qu\u00e9 extra\u00f1a frase y cu\u00e1nta verdad esconde! \u00bfPor qu\u00e9 un cl\u00e1sico nunca acaba de decir lo que tiene que decir? Porque el verdadero libro cl\u00e1sico es aquel que sobrevive a los ataques de la cr\u00edtica actual, del revisionismo in\u00fatil, el cl\u00e1sico es inmune a todo ello, pues la historia que narra pervive en el tiempo de tal manera que se adapta y se transforma, se reinventa, se redescubren nuevas interpretaciones, incluso el lector, ante segundas, terceras y posteriores relecturas, redescubre nuevos significados en su interior y redescubre con gusto nuevos saberes adaptados a su propia temporalidad mortal.<\/p>

Pongamos de ejemplo la Il\u00edada y tomemos como referencia base a un lector imaginario con diecis\u00e9is a\u00f1os que se acerca a sus palabras y que, por un azar, soporta su lectura. En sus primeras interpretaciones el temperamental chaval puede descubrir en Aquiles a un guerrero gallardo al que admira; el mismo lector, ya crecido, y a la contestaria edad de veinticinco, imaginar\u00e1 tal vez a Aquiles como un chulo de patio de colegio al que no soporta; a los treinta a\u00f1os quiz\u00e1 desv\u00ede su mirada hacia la valent\u00eda del amigo Patroclo; a los cincuenta, ese mismo lector, ya casado y con hijos, admirar\u00e1 el esfuerzo del antagonista H\u00e9ctor por sacrificarse y, de ese modo, intentar salvar a su familia y a su pueblo; a los sesenta quiz\u00e1 no perdone a Paris sus impulsos juveniles que acarrean una est\u00fapida Guerra; mientras que a los setenta llorar\u00e1, casi seguro, junto al rey Pr\u00edamo la p\u00e9rdida de un hijo\u2026<\/p>

Es solo un ejemplo, pues de cada Odisea, de cada Edipo, de cada Copla por la muerte de su padre, de cada Gilgamesh, de cada libro cl\u00e1sico existir\u00e1n tantas visiones e interpretaciones como lectores. Esa, justamente, ser\u00e1 la grandeza de estos libros que se pueden llamar cl\u00e1sicos, pues a pesar de que se puedan criticar y reanalizar con ojos contempor\u00e1neos, las personas lectoras se seguir\u00e1n acercando a ellos con \u00e1nimo curioso, con enfoques intelectuales y, sobre todo, con deleite, pues no olvidemos en todo momento que un libro es escrito para ser le\u00eddo. Por ello, las personas letraheridas siempre los tienen cerca, los miman y los leen con cari\u00f1o.<\/p>

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