Cualquier tiempo pasado

«Cualquier tiempo pasado fue mejor», se lamentaba Jorge Manrique en su obra «Coplas por la muerte de su padre», una máxima que, por desgracia, ha perdurado en el colectivo imaginario hasta nuestros días desde que fue escrita en el siglo XV. La exaltación al pasado conduce a pensar que los clásicos, de los que tantos lectores y escritores disfrutan —y está bien que se goce—, se hayan convertido en artefactos intocables, en cámaras sagradas inviolables, en fuente de saber universal y en definitiva en obras incuestionables e intocables, pero se debe recordar que los clásicos no lo fueron siempre, pues en sus propias épocas eran obras vivas y contemporáneas, y en algún momento de ese tiempo tan remoto cometieron equívocos y enormes meteduras de pata que los coetáneos no tardaron en criticar. ¿No se acuerda nadie de lo que escribía Platón acerca de lo que él conocía cómo poética —nuestra literatura de hoy día—?

«… no creo que vayáis a delatarme a los autores trágicos y los demás poetas imitativos, pero todas esas obras parecen causar estragos en la mente de cuantos las oyen […] aunque siento un cierto cariño y reverencia desde niño por Homero me embaraza lo que voy a decir […] ningún hombre ha de ser honrado por encima de la verdad… […] el imitador no sabe nada que valga la pena acerca de las cosas que imita; en que, por tanto, la imitación no es cosa seria, sino una niñería, y en que los que se dedican a la poesía trágica […] son todos unos imitadores como los que más lo sean…».

En resumen y según Platón: la poética (literatura) es una necedad.

A pesar de su loa por la obra de Homero, Platón detestaba la poética por considerarla un simple arte imitativo y, por lo tanto y según su creencia, una herramienta inútil como fuente de conocimiento, por ello, el filósofo la desterraba de su ideario y de lo que él consideraba la verdad. Platón fue uno de los primeros utilitaristas, si el objeto sirve para un fin práctico, en su caso particular, la verdad, es útil, sino se debe abandonar en la cuneta. Platón, un señor bastante hipócrita, pues en la misma obra de «La República» usa «El mito de la caverna» para explicar el mundo, es decir, ¡usa una figura literaria, una alegoría, para explicar la verdad! ¡Qué abucheo merecería tamaño falsario!

Más tarde, Aristóteles, a quien se le debe reconocer mérito por introducir los primeros conceptos de teoría literaria hace unos 2500 años en su obra «La Poética», yerra por completo en los ejemplos de manifiesto orden machista y esclavista.

«… Y esto es posible en cualquier tipo de personaje, porque una mujer o un esclavo pueden ser buenos, aunque quizás el primero de estos tipos es inferior y el segundo completamente vil […] La segunda es que sean apropiados. Pues es posible que una mujer sea viril por su carácter, pero no es apropiado en una mujer el ser tan viril o capaz».

Y es que cada personaje es hijo de su tiempo, juzgar a los pensadores y escritores del pasado con nuestro criterio actual resulta injusto, pero igual de injusto sería tratarlos como seres intocables y mucho menos a sus obras caducas en múltiples y variados aspectos.

A todo este bagaje cultural sinsentido —que la persona nacida a finales del sigo XX y principios del XXI no puede dar crédito— también se le puede añadir la creencia de entidades cósmicas superiores (El Demiurgo), mundos paralelos de difícil explicación (El mundo de las ideas) o los cuatro elementos raíces (agua, fuego, aire y tierra), todo ello en base a una protociencia que para sus creadores tendría sentido, pero que nada tiene ni de superior ni de ciencia hoy día. En base, esas son muchas de las ideas que aportan las lecturas clásicas al mundo actual. No se puede creer que cualquier tiempo pasado fuera mejor y mucho menos rondando inexistentes Demiurgos que no conocían la existencia de los átomos. Acercarse a los clásicos vestidos con ingenuidad puede desgarrar con facilidad las vestiduras, emulemos pues el ejemplo de Edipo —aunque resulte hipócrita citar a un clásico— quedémonos ciegos antes que convivir con la falta de revisionismo literario.


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *